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Lograr poner el coche en marcha para recuperar un poco de normalidad

Maribel y su marido Juan Elías, ambos de 51 años, han levantado el capó de su Ford azul oscuro y con un par de trapos, una garrafa de agua y una palangana están intentando limpiarlo en La Torre, una pedanía de la ciudad de Valencia. En el asiento de atrás espera su hija de 9 años. El objetivo es difícil. El motor y el resto de piezas están llenas de barro, hojas, trozos de cañas y pequeñas ramas.  “Dicen que lo importante es secarlo”, dice Maribel, no muy convencida. 

Ella trabaja en el centro comercial de Alfafar, a tres kilómetros hacia el sur de La Torre “El martes nos mandaron la alerta pasadas las ocho de la tarde. Y cuando fuimos a salir estaba todo inundado”, cuenta. “Tendrían que haberlo mandado a las cinco, aunque luego no pasara nada. Vosotros que tenéis fuerza decid que los avisos los llegaron tarde”, pide su marido. Maribel tuvo que quedarse hasta las 3 de la mañana en el trabajo, mirando con sus compañeras el río en el que se había convertido la calle. Cuando por fin pudo salir, comenta, ya había personas asaltando el Carrefour.

En la zona devastada por la dana puede verse a muchas personas que, como Maribel y Juan Elías, tratan de 
limpiar sus coches. O de ponerlos en marcha, como hace también en La Torre el dueño de un Mercedes. Gira la llave, aprieta el acelerador, el motor gime, y por el tubo de escape sale un humo blanquecino y gotea agua. Muchos otros están intentando encontrarlos sin éxito. La mayoría tiene serias dudas de que el seguro vaya a ayudarles.

Hay quien se pregunta por qué el martes tanta gente se arriesgó intentando poner a salvo su coche poco antes del desastre, cuando el agua empezaba a anegar, todavía sin violencia, las calles. Una razón, obvia, es que nadie les había avisado de los desbordamientos que ya se habían producido en los cauces altos de los barrancos que más abajo pasan por sus pueblos. Otra, que en Paiporta, Massanassa, La Torre, Sedaví y el resto de poblaciones situadas al sur de Valencia hay pocos ricos, y un coche cuesta dinero. Para muchos, además, entre ellos trabajadores de las fábricas, polígonos industriales y grandes centros comerciales que caracterizan la zona, los automóviles resultan casi imprescindibles para desplazarse, porque los servicios públicos de transporte no cubren, o lo hacen de forma muy poco operativa, las rutas que necesitan hacer a diario. Encontrar el vehículo, lograr ponerlo en marcha, es una de las cosas necesarias para ir recuperando la normalidad.

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