La historia de la desigualdad de género en el liderazgo de los organismos internacionales es la de las primeras y últimas mujeres. Y son, en ambos casos, pocas; tanto las primeras en llegar a un puesto y como las últimas que lo ocupan porque después nunca las sucede ninguna otra. En el primer caso está la española Nadia Calviño, que preside el Banco Europeo de Inversiones (BEI) desde enero de 2024, con la responsabilidad de decidir a qué proyectos se destinarán los 95.000 millones de euros de presupuesto para 2025. Es la primera mujer que ocupa este cargo desde la creación del organismo en 1958. Como ella, otra alcanzó el año pasado una posición que durante más de siete décadas fue terreno de hombres. Se trata de la argentina Celeste Saulo, la nueva secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial. Sus nombres destacan en el capítulo de “elecciones notables” del informe anual de GWL Voices, publicado este lunes, que analiza la presencia femenina en las principales 54 entidades multilaterales en las que se manejan los hilos del devenir mundial. Con las dos nuevas incorporaciones, 22 de ellas están encabezadas por mujeres.
En el segundo grupo, las que se convierten en últimas en ocupar un puesto, está la ecuatoriana María Fernanda Espinosa. En su nutrido currículo consta que en 2018 se convirtió en la cuarta mujer que presidía la Asamblea General de la ONU, una función de rotación anual. Por el momento es también la última. “Las nuevas caras dan esperanza”, opina la diplomática, directora ejecutiva de GWL Voices, “pero a menudo vemos que nombran a una y ya no más”. En muchos casos, según los datos, ni siquiera eso. De los 54 organismos que examina el estudio, 19 nunca han sido encabezados por una mujer. El que más tiempo lleva en este grupo (80 años) es la Agencia de la ONU para la Agricultura (FAO), fundada en 1945. La secretaría general de la ONU también se resiste. Desde que el noruego Trygve Lie asumió el cargo el 1 de febrero de 1946, se han encadenado 79 años de nombres masculinos al frente del considerado parlamento del mundo. Bien saben las tres fundadoras de GWL Voices que ese techo de cristal es muy grueso. La neozelandesa Helen Clark, la búlgara Irina Bokova y la argentina Susana Malcorra fueron candidatas en 2016. De entre las siete mujeres y seis varones que optaban, salió elegido el actual líder, António Guterres.
“Trabajamos para que llegue el momento en el que no tengamos que hablar de ‘las primeras mujeres que’, sino que se naturalice la participación femenina en los espacios multilaterales”, enfatiza Espinosa en una conversación por videollamada. Cuando las integrantes de GWL Voices saben que va a producirse una elección, señalan si no ha habido una mujer al frente y ofrecen nombres de posibles candidatas, aunque no apoyen a ninguna en concreto. Este año, Espinosa tiene la esperanza de quitarse el título de última presidenta de la Asamblea General al haber una aspirante alemana. “La primera que no es del llamado sur global. A ver si se rompe ese techo de cristal…”, anhela.
Este año se darán “importantes oportunidades para evaluar el progreso de las mujeres en el liderazgo en el sistema internacional”, según el informe, ya que se celebrarán elecciones en siete de las organizaciones monitoreadas por GWL Voices. Tres de ellas nunca han sido dirigidas por una mujer: el Banco Africano de Desarrollo, con 60 años de antigüedad; la Organización de los Estados Americanos, con 77 años; y la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, con 58 años. Entre las otras cuatro, dos han estado encabezadas por una mujer en una ocasión (el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Agencia de la ONU para los Refugiados), y dos lo han hecho varias veces (la Unesco y el Fondo de Población de las Naciones Unidas). Además, el 31 de diciembre de 2026 concluye el mandato de Guterres como secretario general y GWL Voices mantiene una campaña activa para que le suceda una mujer.
Los avances en el terreno de la igualdad de género en los organismos internacionales son discretos porque “de un año para otro” se dan pequeños saltos cuantitativos, apunta Espinosa. “No es una gran revolución. Y el contexto actual no es favorable al liderazgo de mujeres”, opina.
Sin embargo, esta edición del informe de GWL Voices, refleja un dato que hasta ahora no había sido analizado y que demuestra que ni en un año, ni en 80, la comunidad internacional ha logrado progresar sustancialmente en el número de mujeres que los países nombran como representantes permanentes ante las Naciones Unidas. Durante las primeras 11 Asambleas Generales de la ONU (de 1947 a 1957), ni una sola mujer ostentó ese título. “Ese también fue el caso en todos los años desde 1964 hasta 1971. En total, 20 Asambleas Generales de la ONU se han celebrado sin la participación de ninguna embajadora”, precisa el informe. “Al final, determinamos que más de 2.800 personas han servido en esta capacidad y descubrimos que solo 208 de ellas, es decir, apenas un 7%, han sido mujeres”, destacan las autoras del estudio para el que han tenido que analizar cientos de documentos. Actualmente, ellas representan el 21% del hemiciclo, una proporción en retroceso en los últimos cuatro años desde que en 2020 se alcanzó el máximo del 28%.
Por países, las investigadoras encuentran que 73, más de un tercio de los 193 miembros de la ONU, nunca han nombrado a una mujer para este cargo, entre ellos España y Francia, además de China, Sudán, Arabia Saudí, Irán o Yemen, por citar algunos. Además, otros 64 países han nombrado solo a una. Lo que significa que una minoría de 56 han designado a más de una mujer para esta misión que incluye, entre otras tareas, la elección y promoción de funcionarios nacionales en las agencias del sistema de Naciones Unidas. Así, en ocho décadas, Afganistán, Bangladés o Zambia han contado con dos embajadoras femeninas en el organismo, mientras que en la parte alta de la tabla están Liberia y Colombia con cinco, y Estados Unidos con siete.
“Estos números reflejan una forma de construir los espacios de decisión. En estricto censo, corresponde que haya la mitad de mujeres, pero la realidad es que las necesitamos no solo por justicia demográfica, sino porque aportan calidad, perspectiva y experiencia a la diplomacia”, reflexiona Espinosa. “No solo queremos mejorar las cifras, sino rediseñar el sistema multilateral”. La mandataria ecuatoriana fue embajadora de su país ante la ONU en Ginebra. “Éramos un grupito insuficiente”. Recuerda que acabaron formando una especie de club para reunirse y compartir sus preocupaciones comunes. “Estando ahí te das cuenta de que la representación está en manos de los hombres”. Un error, sostiene. Ahora que la geopolítica internacional está dominada por hiperliderazgos masculinos en todos los puntos cardinales, y se habla de procesos de paz en Gaza y Ucrania en reuniones de mayoría masculina, mientras los bloques se rearman, la “paradoja”, dice Espinosa, es que diversas investigaciones demuestran que los acuerdos de paz más estables y duraderos son los que se alcanzan con mujeres sentadas a la mesa.
“La esperanza tiene que ser activa”, concluye Espinosa. El clima reaccionario ante los progresos en igualdad de género tiene que recibir “una respuesta inteligente”, anota. “Se necesitan redes y alianzas, hacer acopio de la fuerza que tenemos, ser creativas. Para defender los derechos conquistados y seguir avanzando”.