La creciente digitalización de las ciudades europeas ha sido el catalizador de un nuevo tipo de urbanismo, profundamente influenciado por el modelo empresarial globalizado que emana de la “cultura de Silicon Valley”. Este hecho, impulsado por las nuevas tecnologías, está reconfigurando los patrones de consumo y la organización social en los entornos urbanos, donde corporaciones tecnológicas como Google, Amazon, Apple y Facebook —junto a plataformas como Deliveroo, Uber y Airbnb— se han convertido en actores clave en la transformación de las ciudades, consolidando su dominio sobre esferas laborales, económicas y sociales.
Observamos como paulatinamente Instagram condiciona la forma en la que imaginamos la ciudad a través de representaciones visuales adulteradas con infinitas capas de filtros, mientras que aplicaciones como Tinder o Grindr reorganizan la forma en que conocemos a otros. Google se convierte en el motor por excelencia para moverse por la ciudad y ordenarla bajo criterios de reputación digital; mientras que Netflix o HBO reconfiguran la forma en que representamos nuestra realidad urbana. En términos de movilidad y consumo, plataformas como Uber, Cabify, Deliveroo o Glovo determinan cómo nos movemos y comemos, y Airbnb alimenta formas más efímeras de habitar la ciudad. Vinted o Wallapop nos mantienen horas enganchados en la venta online de productos que no deseamos, que en muchos casos no tienen el valor del tiempo que le dedicamos, y que dejan atrás prácticas altruistas como el trueque, la cesión o el regalo (¿alguien se acuerda ya de nolotiro.org?). Spotify adultera nuestros gustos musicales a través de algoritmos opacos que acaban cercenando aquel P2P del que algún día disfrutamos, mientras Dice o Wegow monopolizan el ocio nocturno. Finalmente, Amazon redefine el acto de comprar, monopolizando un sistema de compra online que supedita a las demás empresas, depreda suelo urbano y agrícola para sus corredores logísticos y supera como primera empresa de mensajería a la pública Correos, mientras que LinkedIn, Microsoft o Apple median cómo trabajamos y nos conectamos en este nuevo ecosistema digital.
La plataformización de la ciudad implica una completa reconfiguración de la vida urbana a través de la intermediación tecnológica
En el libro La ciudad de las plataformas. Transformación digital y reorganización social en el capitalismo urbano (2024)—publicado con Icaria— buscamos arrojar luz sobre estas cuestiones clave en torno al impacto y la transformación de las plataformas digitales en nuestras ciudades. Así, la plataformización de la ciudad implica una completa reconfiguración de la vida urbana a través de la intermediación tecnológica. Esta nueva dimensión relacional —virtual— está haciendo que los entornos urbanos comiencen a experimentar profundas alteraciones no solo en la forma en que los ciudadanos trabajan, se mueven, consumen y se relacionan, sino en la que lo urbano es leído. Porque las plataformas digitales no solo intermedian en las transacciones económicas, sino que también reconfiguran el imaginario colectivo de la ciudad. Las representaciones visuales de espacios urbanos en Instagram o Netflix no son solo imágenes, sino narrativas que moldean cómo percibimos y experimentamos la ciudad, influyendo en nuestras decisiones de consumo y estilo de vida.
Capitalismo de plataformas y nuevas formas de trabajo
Uno de los cambios más profundos que ha traído la plataformización es la transformación de las dinámicas laborales. El auge del trabajo digital y remoto, impulsado por plataformas como Upwork o LinkedIn, ha permitido la creación de nuevos tipos de trabajo flexible, pero también ha exacerbado la precarización y la dependencia de los algoritmos (currículums desagregados, cribados y tirados a la basura por el algoritmo de estas aplicaciones antes de llegar a los departamentos de recursos humanos). Vemos así como trabajadores nómadas digitales o aquellos que realizan micro tareas para plataformas como Amazon Mechanical Turk o Uber Eats se ven atrapados en una economía digital que maximiza la extracción de valor a través de la flexibilidad laboral, sin las protecciones tradicionales del empleo formal.
Plataformas como Airbnb permiten a las clases medias y altas generar ingresos adicionales al subarrendar segundas y terceras propiedades en el mercado ilegal de corto plazo, mientras que los trabajadores de la periferia se ven relegados a realizar tareas de entrega y transporte
Este fenómeno está estrechamente ligado a ese “capitalismo de vigilancia”, donde el control sobre los datos de los trabajadores y usuarios es utilizado para optimizar su productividad y comportamiento. En este nuevo paradigma, el trabajo flexible y digital está en gran parte mediado por plataformas que no solo regulan las condiciones laborales, sino que también controlan la infraestructura urbana en la que operan. Los algoritmos que gestionan estas plataformas dictan las rutas de los repartidores, el valor del trabajo, y los términos de interacción entre el trabajador y la ciudad.
Desigualdad y segregación urbana en la ciudad plataformizada
La plataformización también ha reforzado la desigualdad en las ciudades, exacerbando las divisiones socioeconómicas y espaciales. En las ciudades digitalizadas, las plataformas como Airbnb permiten a las clases medias y altas generar ingresos adicionales al subarrendar segundas y terceras propiedades en el mercado ilegal de corto plazo, mientras que los trabajadores de la periferia se ven relegados a realizar tareas de entrega y transporte, como ocurre con Uber o Deliveroo. Esta polarización refuerza nuevas formas de segregación espacial, donde ciertos sectores de la ciudad se convierten en centros de plusvalor rentista inmobiliario, mientras que otros se transforman en zonas de bolsas de trabajadores precarios, informales y subalternos.
El futuro de nuestras ciudades dependerá de nuestra capacidad para regular y democratizar el acceso a los datos y las tecnologías
Esta plataformización no solo ocurre en las calles y espacios de la ciudad, sino que se extiende también a la planificación urbana, donde las decisiones sobre el uso del suelo y la infraestructura están cada vez más dictadas por las necesidades de las plataformas tecnológicas. Amazon, por ejemplo, ha desarrollado corredores logísticos en las periferias de las ciudades para optimizar sus operaciones de entrega, mientras que los comercios de proximidad y las formas de vida comunitaria tradicionales se ven amenazadas por este nuevo modelo de ciudad centrado en el consumo digital.
Estamos en definitiva ante una ciudad bajo demanda, mediada por plataformas digitales monopolísticas y privadas, por lo que el futuro de nuestras ciudades dependerá de nuestra capacidad para regular y democratizar el acceso a los datos y las tecnologías, así como desplataformizar progresivamente parcelas de nuestra vida cotidiana para que dejen de ser meros espacios de extracción de valor para las grandes corporaciones tecnológicas. El libro La ciudad de las plataformas, es una invitación a reflexionar críticamente sobre estos asuntos, enfrentarnos al rumbo que están tomando nuestras ciudades y a imaginar alternativas más inclusivas, equitativas y sostenibles en la era digital.